Eduardo Scheffler
Pulsaciones

Lanzamos la pelota de un lado al otro del parque. Cada vez que golpea la superficie de cuero del guante, pienso en un latido de mi corazón.
35 pulsaciones por minuto bastan para que hoy me sienta vivo.
Cerca de ti.
Tras meses y meses de encierro, por fin salimos. Con los rostros cubiertos, las sonrisas (enormes) escondidas detrás de los cubrebocas, los ojos deslumbrados por la luz de un sol que sigue ahí.
Te admiro persiguiendo la pelota con esa manopla antigua que todavía se acuerda de las batallas y hazañas de tu padre en días de verano, mucho antes de los diluvios, los miedos y las pandemias.
Te abrazo con la mirada y aunque no me escuches, susurro que quisiera que ese momento durara para siempre. Porque por fin salimos, y reímos, y miramos cielos despejados, y soñamos despiertos después de tanto tiempo de no hacerlo.
Mientras los niños corren y gritan, tú y yo lanzamos la pelota de un lado al otro del parque a 35 pulsaciones por minuto y simplemente imaginó que un día escribiré ese momento para ti.
(Para N.)